Uno de los secretos mejor guardados del Belén, esta en la
composición de las cremas o ungüentos que dan a la salida nuestras
especialistas en aromas y esencias.
Llevo casi tres años detrás de ellas para que me digan como
hacen la composición de la crema y ha sido prácticamente imposible saberlo. Si
se que es una crema que preparan con todo cariño por lo que eso es uno de sus
ingredientes y otro es el romero, los demás ni idea.
Muchas veces me he preguntado como sería el perfume en la época
que el Belén en Corrales revive y he encontrado esta información, que quiero
compartir con todos.
En casi todas las religiones, los olores agradables —los
perfumes— desempeñan un importante papel en los ritos y liturgias, en la
meditación, en las plegarias y en la comunicación con las divinidades.
En la época que revivimos las esencias o perfumes más
importantes o más valorados son: el incienso y la mirra que le ofrecen los
magos venidos de Oriente, el aceite de nardo.
El incienso
La primera de las sustancias odoríferas mencionadas es el
incienso. Esta palabra (en griego thumiama) proviene del latín incendere
(quemar) y designa una sustancia aromática que se obtiene de ciertos árboles
resinosos de la familia de las burseráceas cuyas exudaciones, al ser quemadas,
despiden buen olor. Para producir un aroma más penetrante y pesado se le
agregan otras sustancias, generalmente en número de cuatro, pero pueden llegar
hasta trece, entre las que se encuentran sándalo, bálsamo, mirra, áloe, cedro,
enebro, benjuí, almizcle, estoraque, ámbar.
El ingrediente principal de los granos de incienso es una
sustancia gomosa resinosa (llamada también incienso) que se extrae de diversos
árboles o arbustos que crecen en ambas orillas del mar Rojo y de los golfos de
Suez y de Aqaba (Arabia meridional —el llamado país de Saba— de donde procede
el mejor incienso), en el noreste de Africa (Somalia) y en la India. Para
obtener esta resina, se le hacen incisiones a las plantas para que exuden unas
lágrimas semiopacas amarillas o rojizas que endurecen al contacto con el aire.
El incienso deliberadamente producido por cortes provocados, se llama
"incienso hembra". El que produce la planta naturalmente, es el
"incienso macho" u olibano y es más puro y de mejor calidad que el
obtenido artificialmente. Su comercio era uno de los más lucrativos e
importantes en la Antigüedad y la Edad Media, ya que se trataba de un artículo
exótico, lujoso, sumamente costoso y muy apreciado.
Mirra
La otra sustancia aromática que menciona Mateo es la mirra.
Se trata de una gomorresina aromática exudada por diversos árboles del noreste
de África (Somalia), Arabia y Anatolia (Turquía). De la familia de las
burseráceas, es un árbol espinoso que alcanza una altura de 1,2 a 6 metros
(Burgstaller, 1984:102), y presenta un tronco desproporcionadamente grueso al
que se le practican incisiones para recoger una sustancia que, al secarse, se
torna roja, traslúcida, frágil y brillante. Las gotas que exuda contienen entre
un 25 y un 45% de resina, de 3 a 8% de aceite esencial y entre 40 y 60% de
goma.
Su nombre, mirra, proviene del árabe (murr) y significa
amargo (The Oxford, 1979, p. 600). Tiene una doble connotación: por un lado se
refiere al sabor acre de la mirra, de la que se dice posee "gusto amargo y
dulce olor" (Vaughan, 1998). Y por otro, se refiere a la asociación de la
mirra con el dolor, en referencia a su empleo funerario. Se la utilizaba
también en las ofrendas y se la podía quemar sola o junto con otras resinas, ya
que formaba parte de la mayoría de las fórmulas del incienso.
El aceite de nardo
El aceite de nardo era un perfume sumamente valorado. Se
fabrica a partir de los rizomas de la planta homónima, originaria del Himalaya
y produce un óleo intensamente aromático. Era extraordinariamente caro porque
para obtener un litro de esencia era necesario prensar más de 100 kilos de
nardo.
Se dice que: Jesús es circuncidado a los ocho días de
nacido (Lucas 2:21). El Evangelio árabe de la infancia, de alrededor del siglo
VII, completa la historia de este episodio: Se lo circuncidó en la caverna,
y la anciana israelita tomo el trozo de piel (otros dicen que tomó el cordón
umbilical), y lo puso en una redomita de aceite de nardo viejo.
De acuerdo con el Evangelio árabe de la infancia, ese
valioso aceite de nardo, cuidadosamente guardado, es el que derramará María de
Betania sobre la cabeza y pies del Señor días antes de su muerte.